El autoconocimiento a través del eneagrama
Conocerse a sí mismo puede ser una de las tareas más complicadas a la que tengamos que hacer frente durante nuestra vida. En este artículo descubrirás algunas claves para alcanzar el autoconocimiento a través del eneagrama. La pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 ha ayudado a muchas personas a comenzar ese proceso de autoconocimiento a través del eneagrama. Quisiera dar las gracias a Borja Villaseca, a su best seller titulado “Encantado de conocerme” y a su Canal de Youtube, porque todas ellas han sido las fuentes que me han ayudado e inspirado para escribir este artículo sobre el autoconocimiento y el eneagrama.
La finalidad de tu vida: el autoconocimiento a través del eneagrama
Todo lo que crees saber acerca del mundo y de lo de los demás es una proyección de lo que en realidad crees que sabes acerca de ti mismo. De ahí la importancia de conocerte a ti mismo. Mejorar el autoconocimiento es el punto de partida para mejorar nuestro bienestar general.
Si eres sincero contigo mismo, enseguida caes en la cuenta de que nada, absolutamente nada de lo que obtienes del exterior consigue aliviar por mucho tiempo tu ansiedad interna. Más bien sucede todo lo contrario: cuanto más apagado estás al consumo de estímulos externos, más necesitas consumirlos para sentirte temporalmente satisfecho. Así es como se sustenta sistema económico en el que nos estamos desarrollando.
El sufrimiento tiene la función de hacerte sentir que te estás equivocando. Si no atiendes a sus señales, te condenas a vivir en la oscuridad de tu desdicha. Pero la felicidad sí que existe y es sumamente luminosa, aunque no es una meta que se pueda perseguir. Ante todo porque se trata del estado natural del ser, de lo que eres en esencia. Aparece cuando apagas la mente y conectas más con el corazón.
Aunque te cueste reconocerlo, tú eres el responsable de tu felicidad y de tu sufrimiento, en ti conviven la enfermedad y la cura. Los seres humanos tenemos un peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que necesitamos recordar y a ser esclavos de esta negligencia. Puede que te parezca imposible, pero la vida cobra sentido cuando te liberas de la esclavitud de la mente. Ésa es la batalla que tienes que ganar.
Ahora mismo, sabiendo todo lo que sabes, tan solo cabe hacerte una pregunta: ¿hasta cuándo vas a seguir posponiendo lo inevitable?
Ser y ego: las dos caras de la condición humana
El ser
Los seres humanos nacemos en la inconsciencia más profunda. La herida de nacimiento generada por el parto es tan brutal que como recuerdo nos queda una cicatriz, la cual perdura en nuestro cuerpo para la posteridad. Parece como una señal que nos recuerda aquello que hemos perdido. O dicho de otra manera, aquello que necesitamos recuperar para volver al estado inicial de unión y conexión que en su día todos experimentamos.
Sea como fuere, desde el mismo día de nuestro nacimiento, cada uno de nosotros hemos ido perdiendo el contacto con nuestro “ser”, también conocido como “esencia” o “yo verdadero”. Es decir, la semilla con la que nacimos y que contiene la flor que somos en potencia. El ser es el lugar en el que residen la felicidad, la paz interior y el amor, tres cualidades de nuestra auténtica naturaleza, las cuales no tienen ninguna causa externa. En el ser también se encuentra nuestra vocación, nuestro talento y, en definitiva, el inmenso potencial que todos podemos desplegar al servicio de una vida útil crea y con sentido.
Hay un fragmento de la película El Rey León de Disney que trata muy bien el tema del “ser”, la “esencia” y el “yo verdadero”. Este fragmento hay que ponerlo en contexto. Simba, tras la muerte de su padre cae en un estado de descentramiento, conoce a Timón y Pumba, y comienza un periodo en el que “rascarse la barriga” era el sentido de su vida. Sin embargo, su padre, Mufasa, le recuerda quién es en realidad, le recuerda su “ser”, su “esencia”, su “yo verdadero”.
El ego
Debido a nuestro complejo proceso de evolución psicológica, desde el día en que nacemos, nos vamos desconectando y enajenando del ser, el cual queda sepultado durante nuestra infancia por el “ego”.
El ego es nuestro instinto de supervivencia emocional. También se le denomina “personalidad” o “falso yo”. No en vano, el ego es la distorsión de nuestra esencia, una identidad ilusoria que sepulta lo que somos verdaderamente. También es la máscara que hemos ido creando con creencias de segunda mano para adaptarnos al entorno social y económico en el que hemos nacido y nos hemos desarrollado.
Así, el ego nos lleva a construir un personaje con el que interactuar en el Gran Teatro de la Sociedad. Por mucho que podamos sentirnos identificados con él no somos el ego. Ante todo porque el ego no es real. Y no sólo eso: con el tiempo, esta percepción subjetiva de la realidad limita nuestra experiencia, creándonos un sinfín de ilusiones mentales que imposibilitan que vivamos en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás. Vivir desde el ego nos lleva a estar tiranizados por un encarcelamiento psicológico: al no ser dueños de nosotros mismos, de nuestra actitud, nos convertimos en esclavos de nuestras reacciones emocionales y, en consecuencia, de nuestras circunstancias.
¿Qué es el eneagrama?
Aprende a diferenciar entre el ego y el ser
El ego es la causa subyacente de todas las causas que nos hacen sufrir. Por eso, al estar identificados con nuestra personalidad o falso yo, es cuestión de tiempo que, hagamos lo que hagamos, terminemos fracasando.
El ego nunca tiene suficiente. La insatisfacción crónica es la principal consecuencia de vivir identificados con ese “yo” ilusorio.
Desidentificarse del ego no quiere decir librarse de él, sino integrarlo conscientemente en nuestro propio ser. El ego y el ser son como la oscuridad y la luz que conviven en una misma habitación. El interruptor que enciende y apaga cada uno de estos dos estados es nuestra consciencia. Los únicos que podemos encender o apagar este interruptor somos nosotros mismos.
Dentro de cada uno de nosotros hay una dualidad: dos fuerzas antagónicas – el amor (ser) y el miedo (ego)- que luchan por ocupar un lugar destacado en nuestro corazón. Lo cierto es que solo una de ellas es real, mientras que la otra es completamente ilusoria. El viaje de autoconocimiento a través del Eneagrama consiste en diferenciar entre una y otra, desenmascarando al ego para vivir desde nuestro verdadero ser.
El eneagrama como herramienta psicológica
El Eneagrama es una herramienta psicológica que contribuye a facilitar, profundizar y acelerar el proceso de autoconocimiento. Es como un manual de instrucciones de la condición humana mediante el que podemos comprender las motivaciones profundas que hay detrás de nuestras conductas y actitudes. También puede describirse como un mapa de nuestro territorio emocional. El Eneagrama es un mapa de nuestra personalidad.
La palabra “eneagrama” significa en griego “nueve líneas”. Principalmente porque describe nueve tipos de personalidad. Es decir, el esqueleto psicológico desde el que se originan los pensamientos y dónde se instalan las creencias, los valores, las prioridades y las aspiraciones que constituyen nuestra personalidad.
Existen nueve esqueletos psicológicos genéricos, cada uno de los cuales marca una tendencia de pensamiento y de comportamiento. A pesar de que las circunstancias sociales, culturales y económicas en las que hemos nacido son importantísimas para comprender por qué somos como somos, nuestra forma de ser viene dada, sobre todo, por la estructura del modelo mental con la que nacimos.
El símbolo del eneagrama: un símbolo milenario de origen misterioso
El autoconocimiento a través del eneagrama requiere conocer primero acerca del símbolo del eneagrama. En este símbolo de origen milenario se condensa gran parte de la sabiduría universal procedente de diferentes tradiciones espirituales y religiosas. El místico armenio-griego George Ivanovich Gurdjieff, fundador de un grupo llamado Seekers After Truth (Buscadores de la Verdad) fue el primer autor en manejar esta herramienta. Explicaba que el símbolo del eneagrama representa tres leyes mediante las cuales se rigen nuestra existencia:
– El círculo, que simboliza la idea de que todo lo creado forma parte de una misma realidad.
– El triángulo equilátero central, que enseña que cada una de estas creaciones interdependientes está compuesta, a su vez, por una trinidad, como el hecho de que las cosas no son sólo blancas o negras, sino también grises.
– La hexada, una figura abierta de seis lados que muestra que el cambio y la evolución son lo único que permanece con el paso del tiempo.
El relevo de estas investigaciones lo tomó el sabio boliviano Óscar Ichazo, que en la década de 1950 descubrió la conexión existente entre el símbolo del Eneagrama y los diferentes tipos de personalidad, estrechamente relacionados con las nueve principales pasiones de la condición humana: ira, soberbia, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula lujuria y pereza, siete de las cuales son conocidas como los pecados capitales.
Identifica con el ego y conecta con el ser
Desde la perspectiva del Eneagrama, cada ser humano es único y diferente, pero todos nacemos a partir de una energía común, materializada mediante nueve cualidades o virtudes inherentes a nuestra naturaleza: serenidad, humildad, autenticidad, ecuanimidad, desapego, coraje, sobriedad, inocencia y proactividad.
Los primeros seis años de vida, siempre tienen un gran impacto en el posterior desarrollo de nuestra personalidad y, por ende, en la desconexión con el ser.
Cuanto menos nos aman o menos amor creemos estar recibiendo, más fuerte y dura se vuelve nuestra personalidad, ego o falso yo.
Con el paso de los años, incorporamos una serie de comportamientos impulsivos, que se disparan automáticamente como reacción a lo que sucede fuera. Así, estos mecanismos de protección terminan por fijarse nosotros, transformándose en nuestra “forma de ser”, aunque en realidad se trata de nuestra “falsa forma de ser”.
Así, conocer cuál es nuestro tipo de personalidad a través del Eneagrama nos ayuda a identificar y trascender las limitaciones del ego para reconectar con las cualidades y fortalezas de nuestra verdadera esencia