Proyecto Claustrum: confinamiento s. XXI
Día 14 de marzo de 2020. El gobierno español declara el estado de alarma para todo el país y, como una de las medidas de emergencia a llevar a cabo para reducir el contagio, se impone una cuarentena a nivel nacional. Una medida de confinamiento para la población española que, por lo general, fue acatada. Medida que, para una parte de nosotros, llegó tarde y no pudo impedir que decenas de miles de españoles murieran. Medida que acabaría traduciéndose en una de las mayores tragedias sanitarias que ha vivido el país en su historia reciente. Hoy, un año después, y tras ya haber pasado tres olas por encima de nosotros, los números hablan por sí solos.
Ni aún hemos vencido al virus, ni hemos salido más fuertes. En este artículo no me centraré en los datos macroeconómicos que nos hacen ver un futuro un tanto gris, ni en si hemos tomado o no las medidas correctas para doblegar al virus. Este artículo hablará sobre el confinamiento, sobre el arte de estar enclaustrado, confinado, o como queramos definir el hecho de reducir nuestra movilidad y nuestras libertades. Un acto histórico que en este siglo XXI nos ha acompañado y que, queramos o no, nos acompañará en nuestro futuro y en el de nuestras venideras generaciones.
¿Qué es el confinamiento?
Los confinamientos y cierres impuestos a gran parte del mundo para controlar la expansión del Sars-Cov-2 no son algo nuevo para el ser humano. Las primeras formas de confinamiento llegaron con las cuarentenas impuestas como muro de contención a la peste negra del siglo XIV. La peste negra llegó a matar a aproximadamente un tercio de todos los europeos entre 1347 y 1351. La idea de confinar a la población durante 40 días nace en un entorno en el que ni siquiera las autoridades entendían realmente lo que querían contener. Pero aún así, éstas medidas fueron una de las primeras formas de “salud pública institucionalizada”, y ayudaron a legitimar la “acumulación de poder” por parte del Estado moderno, tal y como comenta Frank Snowden en su libro “Epidemics and Society: From the Black Death to the Present”.
El término “cuarentena”, o los 40 días elegidos para confinar a la sociedad durante los años de la peste negra, viene de quaranta, que significa “cuarenta” en italiano. Este período de 40 días carece de base médica. Se estableció por razones simbólicas y religiosas. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento a menudo se refieren al número 40 en el contexto de la purificación. En particular, estos textos sagrados hablan de los 40 días de la Cuaresma y los 40 días del Diluvio Universal en el Génesis.
A continuación, voy a hablar de dos posibles escenarios relativos al confinamiento. Situaciones de confinamiento muy alejadas del concepto que tenemos de confinamiento domiciliario. Pero todos ellos tienen un punto en común: la fuerza mental predomina sobre la fuerza física para finalmente sobrevivir.
Confinado en la montaña: Ernest Shackleton
No se trata de una historia de 15 días de confinamiento en casa, con comodidades, comida, una cama y espacio suficiente. La de Ernest Shackelton, y los 28 miembros que le acompañaron en su tercera expedición a la Antártida en busca del polo sur, se trata de una de las historias de supervivencia humana más increíbles de la Historia. Esta aventura se acabaría convirtiendo en un confinamiento de cerca de dos años bajo condiciones extremas. Es en estas condiciones cuando el ser humano saca sus dispositivos mentales internos y los transforma en dispositivos de supervivencia para que nos saquen del “lío” en el que nos hemos metido.
Hay una gran diferencia entre el “confinamiento” que sufrió en sus carnes Ernest Shackleton y el que ha sufrido la población mundial con la pandemia del coronavirus desde sus inicios allá por los inicios del año 2020. En el primer caso, el señor Shackleton eligió realizar la expedición aun siendo conocedor del riesgo que ello conllevaba. En el segundo caso, el aislamiento social ha sido impuesto. Esta simple diferencia hace que el ser humano afronte de manera diferente el aislamiento. Y a esto hay que añadirle que, en el caso del montañero, éste no piensa que deje a su familia en casa bajo cierto riesgo. Sin embargo, en el caso del confinamiento forzado por la pandemia del coronavirus, el ciudadano piensa que toda su familia está en riesgo.
El autor Laurence Gonzales, en su libro “Supervivencia. Quién sobrevive, quién muere y por qué“, cuenta que cuando pierdes la tensión o pierdes la capacidad de concentración, tienes más probabilidades de sufrir un accidente. Aquél que analiza aquello a lo que se enfrenta, puede decidir qué parte de ese riesgo asume. Quien no lo analiza, está asumiendo un mayor porcentaje de riesgo. El 85% de las personas sometidas a estrés, por un accidente o un hecho fortuito, es incapaz de pararse y actuar inteligentemente. Este dato nos dice, en otras palabras, que cuando afrontemos un hecho grave, lo primero que debemos hacer es no dejarnos llevar por las emociones (cuando más caliente es la emoción, la cabeza debe estar más fría).
Estar confinado en un submarino
Estar preparado psicológicamente, más que físicamente. Éste es un punto común con el confinamiento en montaña del que he hablado anteriormente. La vida dentro de un submarino implica no disponer de alimentos frescos ni de luz solar, lo que se traduce en una carencia de vitaminas. Otro handicap del confinamiento dentro de un submarino es la pérdida de la noción del tiempo. Ahí dentro no se sabe si es sábado o domingo, si son las dos o las ocho de la tarde. Como en cualquier tipo de confinamiento, la capacidad de sufrimiento es la que hace que salgamos de situaciones adversas. La capacidad de adaptación, es otra cualidad o característica importante que ayuda al ser humano a afrontar hechos extraordinarios como el aislamiento social.
Hace años, dentro de un submarino, como explica Jorge Gómez (analista de inteligencia y ex-miembro del CNI) en la entrevista le hicieron en La Reunión Secreta, las comunicaciones con el mundo exterior eran prácticamente nulas. Se llegaban a dar casos en los que, incluso, hechos graves como el fallecimiento de un familiar, se comunicaba dos semanas más tardes. Esta situación, lo que hacía era que uno se “encerrara” en sí mismo, olvidándose de todo porque si no no podía vivir.
Meterse en un submarino, es meterse en un “ataúd de acero”, por un periodo de tiempo prolongado. El sentimiento que se tiene, a pesar de estar en una situación de aislamiento y acompañado, es de que al cabo de los días uno quiere que la gente desaparezca y poder estar solo. En estos equipos, siempre hay ciertos individuos con unas características y capacidades mentales que destacan sobre el resto de la tripulación y que ayudan a liderar ciertas situaciones durante el encierro. La figura del líder es importante en situaciones de confinamiento.
Si queréis produndizar más sobre estos dos tipos de confinamiento, os dejo a continuación la fuente original:
Consecuencias a nivel psicológico del confinamiento
Puede que el ser humano haya ganado mucho con los avances tecnológicos. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que hemos perdido capacidad de adaptación y que, en cierto modo, somos vulnerables como especie ante hechos extraordinarios como una pandemia o una guerra. Como sociedad, se ha visto como ha habido un incremento en la sensación de miedo que hemos sentido, aun viendo que la probabilidad de fallecer no era elevada. También hemos aprendido nuevas habilidades, nuevos modos de defensa personal.
Durante los confinamientos que nos ha tocado experimentar por la pandemia del SARS-Cov-2, se pueden identificar tres características comunes a toda la población:
- El ciudadano no ha sido entrenado para ello. Se trata de un hecho nuevo para todos nosotros.
- No hemos sido elegidos, ni nosotros mismos siquiera hemos elegido pasar por esta situación.
- Ha habido un pensamiento de incertidumbre y miedo a cómo se encontraban nuestros seres queridos.
El fenómeno del tercer trimestre durante el confinamiento
Para finalizar este artículo, quería destacar que en cualquier fase de la pandemia, pero especialmente hacia el final de los confinamientos, el desasosiego mental ha seguido siendo un riesgo, incluso ya pasado el período de estrés agudo. Los psicólogos han llamado a esta situación el “fenómeno del tercer trimestre”, en referencia a las personas que viven aisladas durante un período prolongado de tiempo, tales como los astronautas, el personal dentro de un submarino, o exploradores polares como los que he hablado más arriba.
Estas personas, al igual que la población que ha visto su libertada de movimientos bloqueada, tienden a experimentar problemas y tensiones hacia el final de su misión. Esta reacción se materializa en tres etapas. Una primera etapa de mayor ansiedad. Una segunda etapa de adaptación a la rutina marcada por la depresión. Por último, una tercera etapa de anticipación marcada por arrebatos emocionales, agresividad y comportamiento alborotador, que pueden ser perjudiciales para la misión debido a su naturaleza disruptiva. Para más información, leer: “Ther Third-Quarter Phenomenon: Do People Experience Discomfort After Stress Has Passed?“, de Bechtel, Robert B., y Amy Berning.e.